miércoles, 5 de noviembre de 2008

Bello Día de Licuadoras

Aquel bello dìa de licuadoras, arrasó con todas mis expectativas...


Un arbol bajó del refugio de abejas, que en ese momento intentaba justificar todas las acciones de la Mandarina Real.  Nos platicó por algunos minutos sobre su reciente incursión en la primavera.  

Aturdidos, volvimos a pensar en la imágen que teníamos en nuestra cabeza antes de observar que el cielo pensaba en los eventos                    relacionados con el claroscuro.   

En un mar de leche y de computadoras programadas para repetir patrones alimenticios reversibles,  

        nadamos y nos dejamos llevar por el sonido de nuestras costumbres.  


Nada volvería a a la normalidad antes conocida.  

Ya no podíamos parar la franela que sonreía al 

chocolate del paisaje y a la infamia de nuestro 

subconsciente.   


Nos secamos con la orilla de nuestro papel de cuadrícula y esperamos un tiempo a que regresaran los vampiros vestidos de nuez.  


Nos sentimos como en casa, otra vez, al compartir las distancias medidas por el flujo de la electricidad.  Dulces con sabor a micrófono y suelas color trapecio.  Repetíamos entre el aire: “Nunca dejaremos que la infancia conozca las cumbres del bosque de plata. Pasaran coronas enteras y seguiremos paseando por la superficie humeante de los destinos deliberantes”.  Vaya desgracia sentirse en clave; cuanta contrariedad jugar de noche. 


Y así termina el sistema de technicolorización, destiñendo la amargura de un azul pardo.

 
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