jueves, 23 de octubre de 2008

La Tarde Mutante

Una tarde soleada de invierno recorre las venas de una fatal escultura que imita, burlesca, la pose de un gran guerrero extinto y sucedido por un niño que porta unos rojos tirantes que estira hacia adelante mientras camina jugando con un yoyo con forma de naranja caída de un árbol en la orilla de un río en la luna, la cual a su vez brinca silbando una triste canción popularizada en los años 20 por un singular personaje siniestro que tiene una voz aguardientosa provocada por un trago amargo de jugo de burbujas salvajes que se elevaban felices reflejando aquella villa habitada por hombres-conejo que saltan al oler la hierba azul que crece por dentro de la piel arrugada de una anciana chismosa que mece su silla en base a la serie matemática de Pucci-Pucci, cuyo mayor placer era escuchar los chiste escatológicos de las cortinas de su sala que lo animaban cuando los silencios eran mas largos que los senderos de hule que rodean, de forma sospechosa, los pies peludos de un gigante dormido que sueña en sirenas que coquetean descaradamente con un rabino cuya labor es pensar en excusas para no lavar los platos usados en una cena romántica a la luz de un incendio que empezó cuando el laser de una nave, construida con papel aluminio, disparó a la aldea de los hombres-conejo, los cuales asustados dejaron de saltar y ocasionaron que la hierba azul dejara de crecer y que la anciana dejara de mecer, para olvidar para siempre la serie matemática de Pucci-Pucci y nunca conocer los detalles de su vida privada que estaba llena de silencios incómodos que comenzaron en su visita a un planeta cuadrado en donde conoció a unos extraterrestres muy bien vestidos que lo invitaron a incendiar una aldea, no sin antes derretir toda la nieve acumulada durante el invierno y que ahora convertida en agua, apagará el incendio y que también convertirá una tarde soleada de invierno en una tarde soleada de verano.

1 comentario:

  1. Fue entonces cuando decidí que el aguardiente anteriormente mencionada no tenia vinculo alguno con la realidad escapatoria del gran maestro Houdini pues recibir golpe tras golpe al abdomen no tiene coherencia en el sentido cíclico del universo, si todo hombre tiene arañas sabor sangría y toda sangría es exportada por prostitutas vietnamitas no veo como puede usted querer intervenir con su llamada justicia divina y encerrar a aquel bamboo en una jaula de membrillo, es simplemente inaceptable e incongruente y por medio de la presente le informo que no pienso desarmar ninguno de los doscientos cincuenta y cinco androides restantes y mucho menos pienso donar mi tobillo izquierda a aquel malabarista hondureño que acostumbra beber agua de mar con limolin fosforescente.

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